Thursday, December 3, 2009

Matar las cosas




“Ya se murió el burro, que acarreaba la vinagre, ya se lo llevó Dios de esta vida miserable”.


Canción popular


MATAR LAS COSAS


Xavier Bayle

Esta mañana he estado en uno de los grandes centros comerciales de la ciudad, un centro gigantesco como una pequeña población no dedicada al medio ambiente, no dedicada al solaz de las personas, no dedicada a la humanización de los espacios, sino una pequeña urbe genuflexada al servicio del consumo. En ella he podido observar carteles donde se anuncia la llegada de Santa Claus ( Papá Noël, San Nicolás ), dadas las fechas navideñas que nos amenazan desde hace un tiempo con sus estupidez estupidizante y sus beneficios para nadie. El famoso gordo del traje ( rojo por cortesía de cocacola ), viene con compañía: un reno. Para hacerlo más atractivo a las niñas Santa Claus lucirá sus barbas junto a un aterrorizado reno, probablemente drogado para que aguante a esa pequeña bestia que es muchas veces una niña para los animales no humanos.



Evidentemente habrá reacción a esta patética muestra de especismo, aunque evidentemente servirá de poco. Los centros comerciales tienen sus métodos. Chantajear niñas es uno.

Luego he entrado en el centro, no entraré en política, aunque la mayoría de sus productos están manchados de sangre y de pobreza, de esclavitud y chantaje, de injusticia y violaciones, de destrucción de microeconomías, de masacres tribales, envenenamientos, de desempleo y abusos laborales, gritos agónicos y brutalidad. Pero no entraré en política.

Por casualidad he llegado a la sección de pescados, la conocida zona blanca, donde en lechos de hielo picado se exhiben cadáveres de seres vivos y carroñas con manojos de perejil en los ojos, despojos arrancados al mar, al río, a la cruenta piscifactoría. Y allí las he encontrado.


En dos enormes piscinas había unas cuantas centenares de carpas vivas, luchando inútilmente por sobrevivir en agua tibia.

La regulación acerca de la carpa en este país está prescrita de tal manera que no se la considera un animal, dado que no posee columna vertebral tal y como se entiende con los mamíferos. Igual que la sociedad ha aceptado que el ser humano es un ser superior y de ningún modo un animal, así la carpa es un ser inferior y no es un animal, sino una cosa, y tiene los mismos derechos que un jarrón o un neumático. La tradición dice que se debe llevar la carpa a casa, meterla en la bañera y matarla el día de Nochebuena, de un martillazo en la nuca, por eso se la compra viva.

Las trabajadoras se afanan en meter los animales en bolsas de plástico, donde acaban de morir, muy muy lentamente en los carros de la compra mientras la entumecida consumidora busca la oferta del día, quizás algún cerebro de rebajas o un corazón en saldo. O quizás mueran en el maletero del coche, o quizás en la misma nevera o la bañera. No hay piedad para los no-animales. Millones de ellos morirán en estas fechas, hasta que gracias al hipotético dios que permite todo esto, se acaben las fiestas y la consumidora vuelva a su ritual indiferencia asesina y a sus compras regulares.

Lo peor de todo ha sido ver las piscinas, claro, porque un cuerpo muerto es un cuerpo muerto, y uno vivo es la vida, el universo, la historia de la materia y de la energía, los posibles, los imposibles y en definitiva el inmenso don de existir. Todo, para quien vive. En esos tanques de agua boqueaban desesperados, con lentos movimientos terminales, los peces. Miraban hacia arriba, como la desesperación les incita, y he podido ver sus miradas. Conozco esas miradas, las tienen las niñas africanas que se mueren de hambre y de enfermedades, las tienen las fotografías del guetto de Warszawa, las tenían las vírgenes acusadas de brujería por la iglesia católica y sus fundamentalistas. He visto esas miradas en partisanas chechenas abiertas por una bomba y muriéndose en el suelo, en muchachas palestinas desangrándose por cometer el pecado de ir a coger agua a un pozo, la he visto en cerdos estabulados, en vacas que lloraban de profunda tristeza oliendo la sangre de sus compañeras en el matadero, en gallinas de producción de huevos, con los dedos cortados para que no se les enganchen en el suelo de las jaulas, es la misma impresión en las pupilas, el mismo desacuerdo y la misma imploración, el mismo no entender por qué.



Ellos no saben que son sabrosas y que con la especia adecuada hacen delicias al paladar, no lo saben como no lo saben las personas asesinadas para el paladar de gourmets sin escrúpulos, que les importan poco la ley y la ética y se comen incluso a sus semejantes ( el primer paso del carnivorismo ), porque en materia de leyes avanzamos pero poseemos la misma ética que hace cien años.

Pero el mundo es precioso y sólo cambia su adjetivo a “jodido mundo” gracias al ser humano, esa especie suicida que adquirió, con el código genético erróneo, la misión de destruir todo antes de morir. Ninguna otra especie hace eso. Quizás es cierto que no somos animales, sino puro excremento.

Las carpas no saben que se acercan las fechas de santificar el nacimiento de un profeta, en el nombre del cual se ha vertido más sangre que en cualquier otra religión, sociedad o cultura. En el nombre del cual se fundó una organización que pactó con Hitler y ofreció el vergonzoso espectáculo de saludar efusivamente con banderitas al Duce Mussolini, una organización terrorista que bendijo las tropas franquistas y nos amenaza ya no con el infierno postmortem sino con el purgatorio en vida, y el más horrendo de los castigos para muchas. Una organización terrorista legal que prohíbe los preservativos propagando el Sida en África, Asia y América, que lapida a las homosexuales y pretende poseer el vientre de todas las mujeres del mundo, una corporación multinacional que se financia con dinero público y con algún que otro milagroso peculio de las corridas de toros, una organización que se extinguirá si todo va bien, como las vivisectores, las pedófilos o las toreras ( muy a menudo pertenecientes a ella ).Una organización convencida de que el creador del universo nos hizo… ¡ a su imagen y semejanza!, de millones de especies sólo en este planeta, dios escogió la nuestra… ¡ qué suerte…!. ¡O qué soberbia la nuestra…!. Si el dios católico existe y el ser humano es su mejor creación, ustedes me disculparán: vaya mierda de dios.


Si existe un cielo, un universe paralelo, una vida superior o algo parecido su imprescindible camino es a través del veganismo. Basado en no comer animales, ni perros ni cerdos, ni gallegas ni croatas, tampoco comer sus partes, ni pelo de andaluza o de mauritana, ni leche de vaca, ni uñas de carpintero o de albañil, ni huevos de gallina, ni mocos de deportista, porque todas y cada una de ellas y ellos lo necesitan y yo, simplemente, no. Nosotras, simplemente, no necesitamos robar y matar. Aunque la gente robe y mate.

Hay que cambiar para ser mejores, la bondad es mucho más que una palabra, como la supervivencia. Las carpas esperan que entendamos esto, y los lechones, y los corderos lechales, y los cerdos y las vacas que morirán o no en estas fechas, depende de ti.

Amar a los animales no es suficiente, hay que respetarlos, el otro nivel.

Xavier Bayle


http://www.xavibayle.animanaturalis.org/


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